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"Esto no se acaba, hasta que se acaba" beisbol y reloj.

  • Karina García
  • 26 oct 2016
  • 5 Min. de lectura

Me complace presentar la columna de Karina García, para los amigos La Karo. Que me ha tocado ver su crecimiento profesional y al igual que yo, una gran amante del Rey de los Deportes, además Karo puede llenarse la boca diciendo que es de las pocas mujeres que participa en una transmisión de beisbol como analista. Actualmente se desempeña como comentarista en las transmisiones de Diablos Rojos del México de la Liga Invernal Mexicana, así como en el programa especializado "Out 27". Además es editora y reportera de la página web Pelota Pimienta. La Karo se define como apasionada de los deportes pero completamente enamorada del beisbol. Sus equipos son Tigres de Quintana Roo y Yankees de Nueva York.

Ciudad de México. (Karina García) Es para mí un verdadero placer escribir sobre el deporte rey y un verdadero honor compartir esta entrega para los lectores de este gran proyecto encabezado por Shanelly Guzmán, periodista a quien admiro y que gracias al béisbol tengo la fortuna de conocer y a quien le tengo gran cariño y agradecimiento por el apoyo y por los consejos compartidos hacia su servidora.

Nos encontramos en el mes más mágico de toda la temporada de Grandes Ligas, "El Clásico de Otoño", ese momento en el que no importa si tu equipo es protagonista o no, todo fanático al rey de los deportes se sumerge de igual forma en la pasión que provoca y no se mueve de su butaca o del lugar donde se encuentre hasta que cae el último out. Para el aficionado al béisbol el tiempo es relativo y toma como estandarte la conocida frase: "Esto no se acaba, hasta que se acaba". Frase conocida por todo fanático beisbolero, proveniente de los labios del gran Yogi Berra y que, como leyenda, ha pasado de generación en generación amante del deporte rey; frase sencilla que los intelectuales de la letra calificarían de pleonasmo, pero si has vivido el drama de un séptimo juego de la final por el campeonato, parte baja de la novena entrada, tu equipo una carrera abajo, corredores en las esquinas, dos outs en la pizarra y en la caja de bateo se encuentra con cuenta llena el pelotero que en innumerables ocasiones te ha demostrado que los héroes no necesitan capa y trajes multicolores para salvar el día sabes que ésta frase encierra tanta verdad como el voltear tu gorra al revés para invocar a los “dioses del béisbol” y la pizarra se revierta a favor de tu equipo.

Mucho se ha hablado sobre la duración de los juegos de béisbol, ante las "innumerables" peticiones para que se establezca una duración adecuada de horas de juego que permita la difusión de los mismos, es inevitable que la filosofía de Yogi Berra venga a la mente de los románticos del béisbol que, al igual que su servidora, intentamos conocer cuáles son las tan anunciadas "medidas necesarias" que ayuden a reducir la duración de los juegos, por ejemplo: reducir el número de pitcheos de calentamiento en cada cambio de lanzador, limitar el número de cambios de jugadores, así como el número de visitas al montículo son algunas de las frases que he escuchado como opciones en pro de la reducción de un juego de béisbol, sin afán de poner en tela de juicio el conocimiento y/o trayectoria de las personas que las mencionan me parece que dichas opciones forman parte de una realidad lejana al juego.

Lo anterior lo digo no como una mente cerrada y tradicionalista, si no como una lógica natural del béisbol: ¿Cómo medir la duración de un juego predisponiendo la actuación de dos equipos? , ¿Cómo calcular el número de lanzamientos que necesite un pitcher para dominar al bateador del equipo contrario? , ¿Cómo contabilizar las carreras que aún no han sido anotadas?, ¿Cómo delimitar a una novena a anotar un límite de las mismas?; las preguntas surgen una tras otra y tratando de analizarlas, sin dejar a un lado la naturaleza del béisbol, es precisamente ésta última la que responde: se puede trabajar e intentar mantener un ritmo rápido de juego, pero nada garantiza que un juego sea igual al anterior. Para la mayoría de los fanáticos el presenciar un duelo de pitcheo siempre será más atractivo que presenciar un festival de batazos, a menos que se trate de un derby de cuadrangulares.

Cuando se tiene una pizarra de pocas carreras y la magia surge del centro del diamante apoyado por una defensiva impenetrable el ritmo del juego fluye como agua y es precisamente esa simplicidad la que tiene al aficionado al filo de la butaca, conteniendo la respiración en cada lanzamiento; todo esto sin dejar a un lado la premisa de “esto no se acaba, hasta que se acaba” o hasta que la ofensiva rival sea capaz de descifrar el enigma materializado en 108 costuras.

Definir la duración de un juego de béisbol tendría como resultado una simple predicción que estaría muy lejos de tener el más ligero acercamiento a la realidad. Otra palabra mencionada como opción en búsqueda de la duración ideal de un juego es estadística, referencia indiscutible en cualquier deporte, aquellos números que inmortalizan efectividad, constancia, poder y control, pero también errores y apariciones que convierten en villanos (o patiños) al nombre que preceda los números. Son un gran apoyo para el manager en la elaboración de estrategias en pro de la victoria, como reza el dicho popular “dependiendo el sapo es la pedrada”.

Las estadísticas ocupan un lugar importante en la creación de posibles escenarios, sin duda son números con un gran poder, a tal grado que para muchos se convierten en objeto de culto más que de estudio, aunque, sin denigrar su importancia, muchas veces se olvida que las estadísticas son referencia, no hecho.

Expuesto lo anterior ¿cuál es la duración adecuada para un juego de béisbol? , siendo éste el principal obstáculo para una mayor difusión del mismo según los estudiosos de la mercadotecnia. Como aficionado la medida de tiempo desaparece ante un buen juego; como medio de comunicación el principal reto lo tiene la prensa escrita que lucha contra reloj para cada cierre de edición, pero que cuenta, en la mayoría de los casos, con portales de internet donde la información se actualiza todo el día, o al menos eso se dice.

En estos tiempos difundir el béisbol queda a consideración de cada encargado del área de deportes, el que un juego termine tarde no impide dar los resultados a lo largo del día o mejor aún: contar historias sin fecha de caducidad, esas historias que forman parte del pasado, presente y futuro del béisbol; que logren emocionar al aficionado al grado de fortalecer la relación con el rey de los deportes, esas historias que el béisbol ha regalado a los aficionados con el paso de los años, historias que pueden ser conocidas por muchos, pero que están ansiosas por ser contadas a las nuevas generaciones, historias en espera de ser desempolvadas; pero que muchas veces se quedan en los libros del estante, en el baúl de los recuerdos o en la mente de los abuelos y son sustituidas por boletines de prensa que, en su mayoría, sólo son un eco frio de la pelota caliente.

La riqueza del béisbol radica en su historia, en la mística presente en cada juego y que la alimenta, misma que nos lleva a aficionados a olvidarnos del reloj en un parque de pelota, a responder al despistado aficionado que nos pregunta: ¿cuánto falta para que termine el juego? al estilo Yogi Berra: “esto no se acaba, hasta que se acaba” porque, literalmente, el tiempo se detiene al grito de play ball.


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by Shanelly Guzmán 

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